Por PAULA BISTAGNINO
La Argentina ocupa el segundo puesto en el ranking mundial de uso de redes sociales y supera en cuatro horas el promedio internacional de tiempo en Internet. Los llamados “heavy users” (los que más conectados están) tienen entre 15 y 24 años, pero las adicciones trascienden ese rango y abarcan tanto a hombres como a mujeres. Desde páginas pornográficas a juegos como el Candy Crush, Facebook y Twitter, el correo electrónico o el WhatsApp, el abuso “empieza a generar problemas de pareja, familiares, en el trabajo y en la escuela”, asegura Laura Jurkowski, psicóloga y directora de reconectarse, el primer centro del país especializado en el uso excesivo y las adicciones a las nuevas tecnologías.
¿Cualquier persona es vulnerable a este tipo de adicción?
Hay determinadas características que se repiten. Una, la principal, es que se trata de gente con dificultades en lo que se llama habilidades sociales. Luego, hay gente con depresiones y con muy poca red social. Digamos que son todas características que suelen unirse y se retroalimentan. Pero más allá de eso, que quizá uno ve en casos más extremos, el uso excesivo de las tecnologías está mucho más generalizado y afecta a personas que no necesariamente son depresivas o no tienen amigos.
¿Cuáles son las consultas más habituales?
En general, los que consultan primero no son los que van a terminar siendo los pacientes. Si no, alguien de su entorno preocupado por esa persona. En los casos de los niños y adolescentes -que hay muchos- son los padres los que vienen primero. En los varones, el tema de los videojuegos es el mayor problema; y en las chicas es más el celular, los chats o ver videos en YouTube. En los adultos, consultan sobre todo las parejas, cuando el uso desmedido de la tecnología genera problemas entre ellos. En el último tiempo vi bastantes casos de hombres adictos a páginas pornográficas y juegos de azar por Internet, póker o casino.
¿Cuál es el perfil de los hombres adictos a las páginas pornográficas?
Seguramente debe haber una gran cantidad de hombres solos adictos a las páginas pornográficas, pero esos no llegan a la consulta. Los casos que yo veo casi siempre llegan después de una crisis matrimonial porque las mujeres les dieron el ultimátum. En general, se repite el camino: la pareja los descubre, lo hablan y prometen no volver a hacerlo; lo vuelven a descubrir, porque la adicción no se resuelve con una charla, y ahí vienen a la consulta. Además de la pornografía online, existen foros o páginas de chateo o de sexo explícito. Y todo esto, como los juegos de azar, está las 24 horas los 7 días de la semana, desde la comodidad de la casa, y genera muchos trastornos.
¿Cuáles son las señales de alerta de esta adicción?
La persona no cuenta a sus allegados de sus actividades sexuales por Internet, porque se siente culpable o avergonzada, pierde atención a su compañero sexual real, se aísla socialmente, empieza a tener problemas familiares y de pareja porque busca estar más tiempo solo y se obsesiona con la privacidad.
¿En qué momento hay que empezar a preocuparse?
Cuando uno se da cuenta de que esto está afectando su vida, sea porque le trae problemas con las personas que lo rodean, limita la vida social, impide cumplir con el trabajo u otras responsabilidades como siempre, altera el descanso.
¿Es similar el cuadro al que producen otras adicciones?
Es exactamente la misma estructura: se pierde el sentido del tiempo, tanto que hay casos de personas que dejan de comer o de bañarse días para no alejarse de la computadora. Por supuesto que ahí hablamos de casos muy severos, pero pasa. Distinto es el uso excesivo, que es lo que uno puede identificar siguiendo estas señales. Hay otra que es clave: la dependencia se evidencia en general por la sensación de placer y tranquilidad cuando se está conectado y un sentimiento de ansiedad o de tensión cuando hay que desconectarse. El cuadro es igual al de otras adicciones, incluso en que genera el síndrome de abstinencia -con su angustia, irritabilidad y enojo- y el fenómeno de tolerancia -que es la necesidad de estar cada vez más tiempo conectado-; se llame alcohol, droga, juego o celular, las actitudes y los trastornos son similares. Por supuesto que otras adicciones tienen consecuencias físicas más graves, pero la de la tecnología no es inocua: lleva a una vida sedentaria, a trastornos alimenticios, a problemas en la vista… Y, por ejemplo, el otro día se conoció el primer caso de tendinitis por WhatsApp.
¿La cantidad de horas o el contenido de la adicción hace alguna diferencia?
La adicción no es tanto la cantidad de horas sino la dependencia: ahí está la clave de cualquier comportamiento adictivo. El año pasado el juego era el Candy Crush y ahora parece que hay uno de preguntas y respuestas. No importa eso, porque hasta ser adicto a la lectura puede no ser saludable si eso me limita o me condiciona el resto de la vida, me obsesiona. Hay grandes peleas con la familia y, frente al intento de los familiares de poner límites, muchas personas se ponen agresivas y hasta violentas. Algunos casos terminan siendo psiquiátricos y requieren de internación. Como otras adicciones, todas esconden siempre una problemática de base. La adicción es la manera de manejar un malestar que no se puede manejar de otra manera, es una forma de llenar un vacío o buscar una gratificación que no se consigue por otras vías.
Las redes sociales y la construcción de una vida virtual parecen una problemática aparte. ¿Qué conflictos traen?
El uso de las redes sociales ha generado un fenómeno que en Estados Unidos ya tiene nombre: FOMO, que significa “Fear Of Missing Out”. Es un miedo a quedarse afuera o a perderse de algo que está pasando. Eso lleva a estar permanentemente pendiente de lo que están haciendo los demás y a cuestionarse qué está haciendo uno, dónde debería estar, por qué su vida no es como la del resto. Esto genera una muestra distorsionada de la realidad. Porque el ‘truco’ de las redes sociales es la construcción de una imagen, de una personalidad y de una vida que no es real. Todos ponen fotos lindas, de momentos buenos y felices, de viaje, en festejos, sonrientes. Y eso genera una sensación de ansiedad en los demás de: “qué bien que lo está pasando este”. Entonces, todos terminamos viviendo en un mundo distorsionado porque sabemos que ese mundo virtual no refleja tal cual la vida de nadie. Pero muchas personas están tan metidas en esa vida que pierden esa capacidad de diferenciarla de la realidad y empiezan a vivirla como si fuera lo real. Es un gran problema de esta época, cada vez más severo.
Un caso real de adicción a la pornografía
Una noche en que se quedó trabajando hasta tarde, Juan, contador de 45 años y con 17 de casado, llegó sin querer a una página de adultos. Nunca antes había mirado demasiada pornografía; sólo algunas veces cuando era joven o alguna película con su mujer. Pero esa noche quedó enganchado rápidamente y, a partir de entonces, cada vez que se sentía estresado con el trabajo, se relajaba mirando un sitio pornográfico. De a poco, el pasatiempo le fue consumiendo más tiempo: empezó a perder reuniones, dejar trabajos importantes, incumplir con vencimientos, quedarse hasta tarde en la oficina. En cada minuto libre -y en los no libres también- miraba páginas porno. Cuando perdió el control intentó autolimitarse y se prometió a sí mismo que no lo iba a hacer más. Pero eso sólo duró un tiempo y poco después el proceso recomenzó. Un día su socio lo descubrió y a partir de ahí todo fue una catástrofe: primero perdió a los clientes, después lo dejó su mujer y finalmente todo su círculo se enteró de su adicción. Cayó en una gran depresión y recién entonces pudo darse cuenta de que tenía una adicción y empezar un tratamiento.
Articulo original: http://www.lmneuquen.com.ar/noticias/2014/3/30/hay-gente-que-no-come-o-no-se-bana-para-no-dejar-la-computadora_219775

